Béren y Luthien – La historia de amor más importante de Tolkien
En invierno del año 455 de la Primera Edad del Sol, después de casi 400 años de asedio el primer señor oscuro, Morgoth, lanzó un ataque de fuego y llamas y sus ejércitos marcharon hacia el sur. Comenzó así la Dagor Bragollach, la Batalla de la Llama Súbita, que finalizó en primavera, con el fin del asedio de Angband, la fortaleza de Morgoth, y la pérdida de los territorios cercanos por parte de elfos y humanos: Ard-Galen, Dorthonion y el debilitamiento de la Frontera de Maedhros.
Las bajas fueron numerosas, y casi cayó Finrod, príncipe Noldor, rey de Nargothrond, el poderoso reino élfico escondido en las cavernas del río Narog. Si no lo hizo fue gracias a la ayuda de Barahir, un humano, al que como signo de agradecimiento entregó su anillo, como símbolo de amistad, asegurándole que a partir de entonces, si él o cualquier pariente suyo aparecía con ese anillo para pedirle ayuda, correspondería.
Barahir se negó a abandonar Dorthonion y junto a 12 fieles siguió resistiendo a las tropas oscuras, realizando numerosas hazañas hasta que Morgoth, harto, envió a su lugarteniente Sauron a acabar con ellos.
Sauron capturó a uno de los miembros, Gorlim, que, aunque resistió las torturas, no pudo resistir la promesa de reunirse con su esposa, que estaba desaparecida. Así, reveló el paradero de Barahir, sólo para descubrir que su amada, Eilinel, estaba muerta.
Entonces, Sauron, acabó con él y después llevó a cabo una fatal emboscada a Barahir, acabando con todo el grupo salvo con su hijo, Beren, que recuperó el anillo de su padre y vagó por Dorthonion durante cuatro años, haciéndose amigo de animales y bestias, que le ayudaron. Desde entonces no volvió a matar ni a comer a ninguna criatura que no fuera sierva de Morgoth.
Llegó a realizar tantos logros en solitario durante aquella época, que el precio que puso el señor oscuro a su cabeza era similar al que había por Fingon, rey de los Noldor, y ordenó a Sauron que lo capturase, haciendo uso de sus licántropos.
Beren se vió obligado entonces a huir de Dorthonion, y viajó hacia el sur, pasando por el horrible campo de Dungortheb donde se enfrentó a las arañas gigantes, hasta llegar a las fronteras de Doriath, el reino de Thingol, y su mujer, la maia Melian, que protegía el reino con un “cinturón de encantamiento”, que confundía a todo el que la atravesaba y lo perdía en el bosque salvo si tenía la aprobación real o estaba guiado por un poder mayor.
Aquel verano, errando por los bosques de Neldoreth, Beren vio por primera vez a Luthien, hija de Thingol y Melian, de la que se dice que fue la criatura más hermosa de todos los hijos de Ilúvatar.
A la hora del atardecer, al elevarse la luna, Luthien bailaba sobre la hierba de un claro del bosque, con un vestido azul como el cielo sin nubes y un manto bordado con flores de oro. Su pelo era oscuro, como la sombra del crepúsculo y sus ojos grises, como la noche iluminada de estrellas.
Beren la vio y cayó en un encantamiento, quedándose sin voz. La llamó en su corazón Tinúviel, que significa ruiseñor, pero ella desapareció de súbito y aunque la buscó durante casi un año y a veces la veía de lejos, pero no la encontró de nuevo hasta la víspera de la primavera, cuando, poco antes del alba, Luthien bailaba en una colina verde y se puso a cantar, aflojando las ataduras del invierno, dejando un rastro de flores a su paso.
Entonces cesó el hechizo de silencio de Beren y gritó Tinuviel, y Luthien se acercó curiosa, y cuando le miró, la mano del destino cayó sobre ella y lo amó.
Se paseaban en secreto por los bosques, desde la primavera al verano y ningún otro hijo de Ilúvatar sintió una alegría tan grande como ellos. Sin embargo, Daeron el Bardo, que amaba a Luthien en secreto, los descubrió y se lo contó al padre de ella, el rey Thingol, que se enfadó, porque amaba a su hija más que a nada y deseaba el más alto destino para ella. Ningún príncipe de los Elfos sería suficiente para él, qué decir de un simpe humano mortal, que Thingol no concebía ni como sirviente.
Así que le pidió a Luthien que llevase a Beren ante él, con la promesa de que no le haría ningún daño. -¿Quién eres tú- le dijo-que llegas a mi reino como un ladrón?
Y aunque Beren al principio se sintió impresionado por el esplendor de Menegroth, la ciudad del bosque, y la majestad de Thingol, al final recuperó el orgullo de su casa, la más antigua de los hombres y defendió su honor, mostrando el anillo de Barahir, asegurando que sus hazañas no se merecían ningún desprecio y pidió la mano de Luthien.
Thingol se enfadó, y aseguró que todo lo que había hecho no bastaba para conseguir la mano de su hija. Y entonces, pensando en una forma de mandarlo a la muerte, le exigió a cambio de la mano de su hija, que le consiguiera un Silmaril.
Los silmarils. Creados por Fëanor, el más hábil de los elfos, utilizando la luz de los Árboles de Valinor, son joyas resplandecientes que contienen la luz pura de los Árboles y son consideradas las más bellas y valiosas gemas de la Tierra Media. Tres Silmarils fueron forjados, y robados por Morgoth, que los llevaba incrustados en su corona.
También caía sobre ellos una maldición que causaba sufrimiento, tragedia y guerra a aquellos que los deseaban. Incluso la propia Tierra Media sufriría debido ella. Sin darse cuenta entonces, Thingol quedó atrapado desde que pronunció aquella promesa, por aquella maldición.
Beren se siguió mostrando orgulloso y rió. – Por gemas y joyas -dijo- por bajo precio venden los reyes élficos a sus hijas. Y aseguró que le traería un Silmaril, de la propia corona de Morgoth.
Beren se dirigió entonces al reino de Nargothrond, para buscar la ayuda de Finrod, que no necesitó si quiera ver el anillo para reconocer en él a la casa de Bëor, la de Barahir.
Finrod escuchó la historia, incrédulo y triste al entender que la maldición de los Silmarils pesaba ahora también sobre el reino de Doriath, y le dijo que Celegorn y Curufin, hijos de Feanor, habitaban ahora también en su reino, y esto dificultaría su ayuda.
Los hijos de Feanor habían pronunciado el Juramento, que les ataba a perseguir a Morgoth hasta el fin del mundo y a recuperar los Silmarils a cualquier precio, incluso si eso significa ir en contra de otros elfos, humanos o contra los mísmisimos Valar, los seres divinos que gobiernan el mundo.
Por este juramento los Hijos de Fëanor participaron en guerras, asesinatos y actos de traición.
Así lo hicieron saber Celegorn y Curufin cuando Finrod habló a su pueblo, sólo ellos tenían derecho a los Silmarils, e infundieron temor en los elfos de Nargothrond, aprovechando así también para enviar a Finrod a su muerte, y hacerse ellos con el poder.
Finrod estaba obligado por su propia promesa a prestar ayuda a Beren, que portaba el anillo de Barahir. Y excepto 10 fieles, liderados por Edrahil, nadie más quiso añadirse a la misión.
Partieron hacia el paso del oeste, entre Ered Wethrin y las tierras de Taur-un Fuin disfrazados de orcos para pasar desapercibidos. Pero despertaron sospechas en Sauron, que mando detenerlos, produciéndose una batalla épica entre el lugarteniente de Morgoth y Finrod. Aunque el rey élfico era muy poderoso, finalmente se impuso el maia, Sauron, y arrojó al grupo a un foso profundo. No entendía su propósito y por eso los torturó; hasta que alguno confesase Cada cierto tiempo un licántropo aparecería y devoraba a uno de los compañeros. Pero ninguno dijo nada .
Justo en el momento en el que Sauron lanzó a Beren al foso, algo tenebroso apareció en el corazón de Luthien, que decidió ir a ayudarle. Sin embargo, cometió el error de confesárselo a Daeron, que al enterarse de su propósito de nuevo la traicionó y se lo dijo a Thingol. El rey, asustado, decidió encerrar a su hija en una casa de madera, sobre una gigantesca haya llamada Hirilorn.
Pero Luthien, con un encantamiento, dejó crecer sus cabellos y se hizo con ellos un vestido oscuro que la cubría con una sombra y estaba cargado con un hechizo de sueño, que durmió a los guardias y la permitió huir durante la noche de Doriath, hasta que fue encontrada por Huan.
Huan, el gran sabueso, venía del reino bendecido donde era uno de los perros del valar Oromë, que se lo había regalado a Celegorn. Huan había seguido al hijo de Feanor hasta la tierra media y le era fiel, pero por ello también era presa de la maldición de los noldor, y se decía que moriría, pero no sin antes encontrar al lobo más poderoso. También se decía que hablaría tres veces antes de su muerte.
El perro acompañaba a Celegorn y Curufin, que estaban de cacería en la Planicie Guardada, y llevó a Luthien ante ellos. Ella, al descubrir que eran príncipes de los Noldor se alegró porque pensó que le ayudarían, y les contó quien era.
Pero Celegorn se había enamorado de ella y no le contó nada de que había visto a Beren ni de la misión que habían emprendido él y Finrod. La convenció para volver a Nargothrond y una vez allí, la dejaron prisionera sin poder salir ni hablar con nadie más que con ellos.
Para Celegorn y Curifin no podían salir mejor las cosas: habían mandado a Finrod a la muerte y ahora tenían presa a la hija de Thingol. Esperaban convertirse en reyes poderosos, obligando al rey de Doriath a concederles la mano de su hija a cambio de su libertad. Los hermanos ansiaban dominar todos los reinos élficos y sólo entonces, lanzarse a recuperar los Silmarils.
Sin embargo, Huan, de corazón fiel, estaba triste por el cautiverio de Luthien y sentía que el mal se había apoderado de Nargothrond. Luthien hablaba a menudo con él y le contaba historias sobre Beren, señalándole que era amigo de todos los animales que no sirvieran a Morgoth. Finalmente, Huan habló por primera vez a Luthien, explicándole un plan para escapar y avanzaron deprisa hacia el norte.
Mientras tanto, en las mazmorras de Tol-in-Gaurhoth ya sólo quedaban Finrod y Beren y cuando llegó el licántropo a intentar llevarse al hijo de Barahir, Finrod le combatió utilizando todo su poder, y le venció, aunque quedó herido, y murió en el foso. Así acabó el rey Finrod Felagund, el más hermoso y amado de la casa de Finwë, cumpliendo hasta el final su promesa.
Poco después llegó Luthien a las puertas del puente que conducía a la isla de Sauron. Este, sabiendo que llegaba Huan envió contra ellos a sus lobos, incluido Drauglin, un licántropo de gran poder. Pero el perro acabó con todos ellos. Entonces Sauron, conocedor del destino del sabueso, decidió convertirse en un gigantesco y terrorífico lobo y combatió con él. Y Huan, le venció, con ayuda de Luthien. Liberaron así la terrible fortaleza y a Beren y todos los prisioneros que había en ella.
Muchos de esos prisioneros eran elfos, que volvieron a Nargothrod y contaron lo ocurrido y la muerte de Finrod, generando mucho descontento con Celegorn y Curufin, al quedar expuesta su traición. Orodreth, hermano de Finrod, recuperó así el poder y de nuevo hubo un rey en Nargothrod de la casa de Finarfin, que mando al exilio a lo shijos de feanor.
Luthien aseguró entonces a Beren que no se iba a volver a separar de él, dándole a escoger entre cumplir la misión juntos o errar por el mundo también juntos. Estaban discutiendo sobre esto cuando Celegorn y Curufin los encontraron y trataron de emboscarles. Pero Beren se defendió y casi acaba con Curufin. Luthien se interpuso, así que Beren lo dejo marchar, eso sí, quedándose con su cuchillo, Angrist, capaz de atravesar el hierro como si fuera madera verde.
Fueron entonces en la busca de Morgoth, y Beren se quejaba, -hubiera preferido que tu padre me diese muerte antes que traerte a esta tierra oscura. Entonces, Huan habló por segunda vez -no puedes salvar a luthien de la sombra de la muerte, Beren- dijo -porque por amor se ha sometido a ella.
Para pasar desapercibidos, gracias a las artes de Luthien, Beren tomó la forma de Draugluin, el licántropo, y Luthien de Thuringwethil, un terrible vampiro, mensajero de Sauron. Así llegaron hasta las puertas de Angband, donde estaba Carcharoth, Fauces Rojas, el terrible lobo, uno de los cachorros de Daugluin, alimentado de la misma mano de Morgoth, que lo había criado para combatir a Huan.
Entonces Luthien se despojó de su disfraz, levantó la mano radiante y terrible, y ordenó a Carcharoth dormir, y el gran lobo cayó, como herido por el rayo, y atravesando la puerta, Beren y Luthien llegaron hasta el mismo trono de Morgoth. Luthien, haciendo de nuevo una muestra de su enorme poder, cantó una canción qye durmió a Morgoth, y Beren, esgrimiendo a Angrist, quitó uno de los Silmarils de la corona del señor oscuro.
Cuando lo tuvo en la mano, se le ocurrió ir incluso más allá de lo exigido y decidió llevar a Doriath las tres joyas de la corona, pero Angrist se partió cuando intentaba cortar la segunda e hirió a Morgoth en la mejilla. Al ver como gruñía quejándose, Beren se asustó y huyeron corriendo, sin disfraces, sólo deseando volver a ver la luz. Nadie les cortó la salida hasta la puerta, donde aguardaba Carcaroth, que se había despertado y los atacó mientras corrían.
Beren alzó el Silmaril, que resplandecía en su mano y se lo mostró al gigantesco lobo amenazándole -vete, porque este fuego te consumirá. Pero Carcaroth no se acobardó y abriendo sus facuces mordió la mano de Beren, devorándola junto con la joya.
El Silmaril quemó por dentro la carne maldita del lobo, que comenzó a correr arrasando y matando a toda criatura a su paso, enloquecido. De todos los terrores de la Tierra Media hasta el fin de Beleriand, fue el más espantoso.
La situación era desesperada. La vida de Beren se consumía, enfermo del veneno del lobo. Luthien trataba de extraer el veneno con sus labios. Morgoth había despertado envuelto en cólera y se dirigía con sus huestes a las puertas de Angband. En ese momento de necesidad, aparecieron tres águilas, que habían sido advertidas por Huan y, rápidamente, rescataron a la pareja justo en el último momento. Mientras huían, Thangorodrim, el volcán que Morgoth había alzado sobre Angband, lanzaba fuego y humo, rebotaban los rayos y temblaban las montañas.
Las águilas dejaron a Beren y Luthien en los bosques que hacían frontera con Doriath, y Huan se reunió con ellos. Beren fue curándose, poco a poco, y Luthien deseaba no volver a su hogar y errar por las tierras junto a Beren el resto de sus vidas.
Sin embargo, Beren finalmente la convenció para volver y llegando hasta Menegroth y ante el rey Thingol, que estaba furioso, le dijo: -traigo el Silmaril- y le mostró su mano, abriendo lentamente los dedos, pero estaba vacía. Y después le mostró la otra… o la falta de ella. El rey se dio cuenta entonces de que estaba ante un hombre distinto, uno de los grandes del mundo, y que el destino no podía ser entorpecido. Y allí, al fin, el rey Thingol decidió aceptar la unión de su hija Luthien con Beren.
Carcharoth, por su lado, seguía sembrando el pánico y destruyendo todo a su paso, acercándose cada vez más a Menegroth. Y en Doriath se prepararon para la Caza del Lobo. A esta cacería fue Beren, Huan y también Thingol, ade más de Mablung y Beleg, dos grandes guerreros del reino. Salieron al encuentro del gran lobo, yendo al norte siguiendo el curso del río Esgalduin. Lo encontraron en un valle oscuro, y atacó a Beren, hiriéndolo de muerte. Huan se lanzó contra él, y en sus aullidos se escuchaba el mismo cuerno de Oromë. Finalmente, el perro acabó con el lobo, aunque también fue malherido, y el veneno de Morgoth penetró en él. Así, Huan cumplió su destino, hablando por tercera vez, se despidió de Beren antes de morir.
Mablug sacó un cuchillo y arrancó el Silmaril del vientre inerte de Carcharoth, y lo puso sobre la mano de Beren, que lo alzó y se lo ofreció a Thingol diciéndole que ahora ya sí su destino estaba cumplido. Los elfos cargaron entonces a Beren y lo llevaron a Doriath.
Luthien salió a su encuentro y besando al hombre le pidió que le esperase más allá del Mar Occidental. Beren la miró a los ojos una última vez, antes de que su espíritu lo abandonara. Entonces, la luz de las estrellas desapareció y la oscuridad cayó sobre Luthien Tinuviel.
Sin embargo, aquí no acaba la balada de Leithian. Porque Beren se demoró, como Luthien le había pedido, en las estancias de Mandos, resistiéndose a abandonar el mundo. Y el espíritu de Luthien huyó volando a su encuentro, y ante Mandos, le cantó. Fue la canción más hermosa compuesta con palabras, y la más triste que nadie haya compuesto jamás, conmoviendo a Mandos.
Este convocó entonces a ambos ante Manwë, el más importante de los Valar, al que le fue revelada la voluntad de Ilúvatar. Ofreció a Luthien dos alternativas o abandonar las estancias de Mandos e ir a Valinor para estar allí hasta el fin del mundo o volver a la tierra media junto a Beren para vivir allí una vida mortal, sin ninguna seguridad de vida o de alegría. Este último fue el destino que eligió Luthien, abandonando el reino bendecido y compartiendo desde entonces el destino de los hombres junto a Beren. Pero eso es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
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