El Señor de Los Anillos que NO viste en el cine – Tolkien, Disney los Beatles
Hoy, hablamos de las adaptaciones al cine de El Señor de los Anillos que nunca llegaron a materializarse. ¿Sabías que los Beatles casi protagonizan una versión haciendo de hobbits ¿O que Mick Jagger podría haber interpretado a Sauron? ¿O que hay una versión en la que Frodo y Galadriel tienen una escena romántica?
En primer lugar, hablamos de la opinión de Tolkien sobre el cine y sobre Disney, para después meternos de lleno en cómo los Beatles podrían haber sido los hobbits, en tercer lugar nos centramos en la adaptación de Boorman, con sensuales resultados, para terminar con otras posibles ideas que no llegaron a materializarse.
Tolkien y el cine.
Tolkien no estaba del todo en contra de adaptar su obra a otros medios, aunque no le hacía mucha la gracia la idea y en general siempre tuvo recelos con el cine.
Aunque disfrutaba viendo películas ocasionalmente, desconfiaba de su capacidad para capturar la profundidad temática, los matices de sus personajes y la riqueza de los mundos que había construido. Consideraba que las películas a menudo simplificaban o trivializaban las obras originales, lo que iba en contra de su enfoque meticuloso y detallado. ¿Adaptar al cine mis libros? Es más sencillo adaptar la Odisea, aseguró en una entrevista al diario The Telegraph en 1968.
Tolkien recibió numerosas cartas de sus lectores en las que expresaban opiniones divididas sobre la posibilidad de ver sus libros adaptados al cine. Algunos fans lo alentaban a aceptar propuestas de adaptación, soñando con ver la Tierra Media en la gran pantalla, mientras que otros le pedían que rechazara cualquier proyecto, preocupados por los inevitables cambios y concesiones que una producción cinematográfica requeriría. Estas reacciones reflejaban un profundo apego a las obras de Tolkien y una preocupación compartida por preservar su integridad.
Pero el hecho es que en un principio tanto él como sus editores, Allen & Unwin estaban abiertos a negociar siempre que pudieran mantener algo del control creativo o recibir una fuerte oferta.
Tolkien y Disney
Y lo cierto es que siempre hubo bastante interés en filmar la Tierra Media. Por ejemplo, Walt Disney antes de que saliera la película animada de Bakshi se planteó en al menos tres ocasiones la idea, aunque nunca llegó a la fase de intentar de forma activa hacerse con los derechos.
De acuerdo con Brian Robb y Paul Simpson, la primera vez, en 1938, sólo un año después de la publicación de El Hobbit. Al parecer, los animadores barajaron la posibilidad de integrar en la película Fantasía algunos elementos del Hobbit combinados con la obra de Wagner, el anillo de los nibelungos. No sé qué gracia le hubiera hecho esto a Tolkien, considerando que subrayaba que el único parecido entre esa ópera y la historia del anillo único es que en ambas historias había anillos y en ambas eran redondos. Esto lo desarrollamos en nuestro post sobre los Anillos de Poder.
El segundo intento fue en los 50, con El Señor de los Anillos. Sin embargo, de acuerdo con Wolfgang Reitherman, uno de los nine old men de Disney, la idea se desechó esta vez porque los encargados del storyboard aseguraban que era demasiado complejo, extenso y oscuro para una película de Disney.
Finalmente, a principios de los 70, Vance Gerry, artista conocido por su papel en la adaptación de por ejemplo La Espada en la Piedra, El libro de la Selva y más adelante, El caldero mágico, entre muchas otras, intentó convencer de lo interesante que sería adaptar el Hobbit, pero de nuevo, se descartó la idea.
En todo caso, parece muy improbable un acuerdo: Tolkien detestaba las adaptaciones de Walt Disney. Como se relata en un genial artículo de la revista Atlas Obscura, Tolkien fue con su amigo Lewis a ver Blancanieves en 1938, y ambos encontraron las caricaturas de Disney, especialmente en el caso de los enanos, demasiado simplistas y vulgares. Tanto el uno como el otro lo verbalizaron en muchas ocasiones, por ejemplo el señor J en numerosas cartas.
De hecho, la opinión de ambos autores incluso empeoró con los años. Estaba totalmente en desacuerdo con la visión vulgar e infantilizada que la compañía del ratón hacía sobre los cuentos de hadas, pensaba que Disney se había corrompido, asegurando que aunque algunas escenas eran cautivadores, el efecto global de las películas le resultaba, cito textualmente de su carta a J.L. Curry, desagradable y que algunas historias le causaban nauseas. Vaya tela.
Como veis, el tema Tolkien contra Disney da para otro post. Si os interesa que lo explore, ya sabéis, decídmelo en los comentarios.
Tolkien y Zimmerman
En 1956-57, hubo otros intentos de hacer una adaptación animada. El más serio fue el de AI Brodax, el estudio de animación de Popeye o de la serie animada de los Beatles y la película animada Yellow Submarine, luego profundizamos más en el rollo Beatles y la Tierra Media, y Forrest Ackerman, un escritor de ciencia ficción y conocido agente literario.
Ackerman por cierto, me despierta mucha simpatía porque además de ser agente de Bradbury o de Asimov y co-creador de Vampirella, entre otras muchas cosas, fue un famoso promotor del esperanto, como lo fue mi padre en su momento. Pero eso es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
Ackerman le mostró a Tolkien unas ideas del ilustrador australiano Ron Cobb, que luego será conocido por su papel en Star Wars, Alien o Conan el Bárbaro, y un guion de un desconocido Morton Grady Zimmerman, que proponía una película de unas tres horas, separando los tres libros.
Aunque lo cierto es que esta película se le presentó a Tolkien como de animación, y así es como se describe en la mayoría de artículos que hablan del tema, es importante tener en cuenta que Ackerman parece que tenía pensado que fuera un live-action, utlizando también algunas técnicas de animación y stop-motion, como se desprende de las notas de producción de Zimmerman, como recuerda Janet Brennan Croft.
A Tolkien le encantó el arte de Ron Cobb, que le recordaba a Arthur Rackham y no al de Disney, que detestaba como hemos comentado antes. Sin embargo, no se puede decir lo mismo del guion. Quizá tuviera que ver que Zimmerman apenas había leído el libro.
En fin, el señor J catalogó el trabajo de Zimmerman como, cito textualmente de la carta 207 a sus editores, apresurado, insensible e impertinente.
Las críticas de Tolkien a este guion están principalmente en la carta 210, que Tolkien envía a Ackerman, pero encontramos también un magnífico resumen en un trabajo de Janet Brennan.
El señor John Ronald Reuel expresó un rechazo vehemente debido a múltiples aspectos que consideraba contrarios al espíritu de su obra. Tolkien rechazaba el uso de magia innecesaria y exagerada, con Gandalf lanzando rayos, abriendo abismos o haciendo levitar el cuerpo de Faramir.
Tampoco le gustaba nada el uso que Zimmerman hacía de las águilas, un tema controvertido, como sabe cualquier fan. Tolkien señalaba que las águilas son máquinas peligrosas que deben usarse con moderación.
Y una cosa en la que curiosamente me he fijado releyendo la carta, respecto a Tom Bombadil y Baya de Oro, asegura que prefiere que no aparezcan a que estén mal representados. Punto para Peter Jackson.
Tolkien parecía preocupado así mismo porque se eliminaba casi todo el contenido moral de su obra, odiaba además la forma en la que Zimmerman trataba el tiempo, contrayendo o dilatando fechas, que considera innecesarias. Y lógicamente le preocupaba mucho el tema de los nombres y las representaciones de los paisajes y sus habitantes.
Uno de los cambios narrativos más drásticos y, según Tolkien, más inaceptables fue el hecho de que Sam abandonara a Frodo frente a Ella-Laraña y decidiera llevar el Anillo al Monte del Destino por su cuenta.
En fin, vale la pena echar un vistazo a la carta, no me cambiaba por el guionista, vaya bronca.
Finalmente, Tolkien percibió una falta de seriedad en la actitud de los involucrados en el proyecto, señalando la falta de cuidado en la escritura del guion, con errores ortográficos repetidos y escenas truncadas hasta el punto de ser incomprensibles o incluso el nombre que Ackerman dio a la propuesta: “Operation Ringslord”.
Aunque Tolkien inicialmente creyó que el guion podía ser reescrito para satisfacer sus estándares, las negociaciones se estancaron debido a la incapacidad de Ackerman para obtener financiación, y el proyecto fue abandonado. En general, autores como Ian Nathan, Tom Shippey o Kristin Thompson han criticado duramente el proyecto, subrayando su naturaleza completamente amateur.
Tolkien y Rembrandt Films
Después hubo alguna otra breve intentona fallida y que no llegó a más, como la que Tolkien propuso a Robert Gutwillig, que llegó a manos de su productor, Samuel W. Gelfman, que después formaría parte de United Artist, de los que hablaremos en un momento.
Pero en 1961, William L. Snyder fue el que más se acercó a una adaptación, en concreto de El Hobbit.
A través de su compañía Rembrandt Films, que por cierto ganó un oscar a la mejor película animada con Munro, adquirió los derechos para adaptar El Hobbit en formato animado por solo 15.000 dólares. Y es que debido a un error en la publicación de la primera edición de El Hobbit, era de dominio público en Estados Unidos, lo que permitió a Snyder renegociar los derechos y conseguir poner un anticipo de esa cantidad para asegurarse la exclusiva, al menos durante 5 años.
Tolkien, con lógicas reservas, accedió al acuerdo en 1962, aunque temía que Snyder hiciera “muchas cosas objetables” con su obra. Y Snyder no defraudó. Encargó a su animador de referencia, Gene Deitch, un guion para una película animada de larga duración, y este se tomó grandes libertades con la historia, como añadir una princesa de Valle que se une a la aventura y termina casándose con Bilbo.
Sin embargo, su acuerdo con 20th Century Fox fracasó y los derechos `por cinco años estuvieron a punto de expirar, por eso Snyder pidió a Deitch que realizara rápidamente al menos un cortometraje para cumplir con los requisitos contractuales.
Este corto es una narración ilustrada de 12 minutos, que fue proyectado solo una vez en 1967, ante unos 12 espectadores que fueron recogidos por la calle en Nueva York, a los que no invitaron, sino que pagaron la película para luego hacerles firmar que habían pagado por ella, y cumplir así con el contrato de extensión de derechos. Toma, para los que dicen que La Guerra de los Rohirrim es una forma cutre de extender la licencia.
Deitch afirmó en una entrevista posterior que el contrato extendido incluía los derechos de El Señor de los Anillos, y que Tolkien se los recompró a Rembrandt por un precio elevado. Pero esta versión contrasta con la de otros involucrados, como Stanley Unwin que sostuvo que Snyder vendió a United Artists sólo los derechos de El Hobbit.
United Artists llevaba durante todos los 60 explorando una adaptación de la obra de Tolkien y de hecho había valorado un guion de Peter Shaffer, de unas tres horas. Shaffer ganaría un Oscar por Amadeus.
Por su lado, Tolkien exploró propuestas para vender los derechos televisivos aparte, incluyendo un proyecto de la BBC y otro de ITV con marionetas, que Tolkien rechazó por considerarlo ridículo. Estos derechos, por cierto, los televisivos, se vendieron hace bien poco, a Amazon, para hacer los Anillos de Poder. Si Tolkien levantara la cabeza.
Tolkien y los Beatles
Atentos porque aquí la historia se pone aún más rocambolesca y se confunde la leyenda urbana, el rumor y la realidad. Y es que hay más cuentos de elfos en algunos blogs sobre Tolkien que en el mismo Señor de los Anillos.
United Artist, una productora de la que ya hemos hablamos y que tranquilidad, hablamos luego más en profundidad, llevaba un tiempo negociando para adquirir los derechos para hacer películas. La cosa es que, entre otros, Los Beatles tenían un contrato para tres películas con ellos.
En los años 60, los Beatles eran las figuras más conocidas del mundo. Sus conciertos se abarrotaban, sus discos rompían récords de ventas y dominaban las portadas de revistas. Además, también incursionaban en el cine, donde sus películas se convertían en éxitos rotundos. En 1964, ¡Qué noche la de aquel día!, dirigida por Richard Lester, fue un fenómeno monumental que incluso recibió dos nominaciones al Óscar. Al año siguiente, intentaron replicar ese éxito con Help!, que, aunque no alcanzó el impacto de su predecesora, consolidó su papel como estrellas de la gran pantalla. En ese contexto, los Beatles comenzaron a considerar cuál sería su próximo proyecto cinematográfico, y la idea de adaptar El Señor de los Anillos empezó a tomar forma.
Por cierto, viejuners del canal, desde que se estrenó El Señor de los Anillos hasta hoy ha pasado más tiempo que desde la muerte de John Lennon y el estreno de El Señor de los Anillos. Como detalle.
En fin, que volviendo a los 60, la conexión parecía curiosiomante perfecta. Por un lado, United Artists estaba buscando desesperadamente adaptar la obra de Tolkien a la pantalla grande y por otro lado los miembros del famoso cuarteto eran grandes fans de la trilogía.
Así que se les ocurrió una idea. Un Beatle por cada uno de los cuatro hobbits. Aunque luego la paranoia evolucionó y Paul McCartney sería Frodo, Ringo Starr interpretaría a Samsagaz Gamyi, John Lennon daría vida a Gollum y George Harrison asumiría el rol de Gandalf, en una adaptación musical de la trilogía.
Denis O’Dell, el responsable de Apple Films, la productora cinematográfica de los Beatles y el propio Peter Jackson, aseguran que tanto el estudio como los músicos estaban entusiasmados con el concepto, que prometía ser una mezcla única de música, fantasía y cultura pop.
De hecho se llegó a tantear a diferentes directores. Por ejemplo, a David Lean, cerebro de obras como El puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia o Doctor Zhivago, entre otras. Cuando este declinó amablemente, tantearon a Kubrick. Iban a por todas. Según O´Dell, Kubrick afirmó que le encantaban las novelas, pero eran imposibles de adaptar al cine. El propio Jackson aseguró que llevar a cabo un live action de El Señor de los Anillos en aquella época hubiera sido realmente complicado.
En este contexto, Heinz Edelmann, el responsable de arte de la película animada El Submarino Amarillo, se ofreció para llevar adelante una versión animada, tipo rock opera, para la que pensó en los Rolling Stones y luego cuando supo que estaba en marcha lo de la banda de Liverpool, pues los Beatles. Pero United Artist lo deshechó porque estaban empeñados en un live action a pesar de todo. Hubiera sido interesante ver el arte de esa película, teniendo en cuenta el gusto de Eldemann por la psicodelia.
Hubo un último intento con Michelangelo Antonioni, director entre otras películas de Blowup, Deseo De Una Mañana De Verano, que parecía más receptivo pero nunca se llegó a concretar nada.
Así que a pesar del entusiasmo inicial, el proyecto nunca avanzó. El mayor obstáculo, según cuenta Jackson, fue el propio Tolkien, quien rechazó categóricamente la idea. Aunque los Beatles eran admiradores de la trilogía, este sentimiento no era mutuo: Tolkien detestaba la música de la banda y en general las agrupaciones similares que surgían en esa época.
De hecho, en la carta a su amigo Christopher Bretherton, Tolkien le trasladaba su malestar por una banda estilo Beatles que ensayaba cerca de su casa.
Esta antipatía probablemente influyó en su decisión de negarse a negociar con los Beatles, lo que puso fin a lo que podría haber sido una de las adaptaciones más extravagantes y singulares de El Señor de los Anillos. Lo que hubiera dado por escuchar esa banda sonora.
Tolkien y United Artists
Finalmente, en 1969, Tolkien vendió los derechos de una adaptación cinematográfica de El Señor de los Anillos a United Artist por 104.000 Libras esterlinas y el 7,5% de los ingresos brutos, unas condiciones bastante ventajosas para la productora. Se especula que pudo ser la inexperiencia, pero lo cierto es que Tolkien ya era mayor, su esposa estaba enferma y quería el dinero para cuidarla y asegurar el futuro de su familia. Yo creo que Tolkien había perdido la esperanza, o el miedo, a ver su obra adaptada al cine. Como hemos comentado antes, United Artist se hizo también con los derechos de una adaptación al cine de El Hobbit.
En fin, con los derechos ya en sus manos, United Artists se puso en marcha. El director John Boorman, conocido por aquel entonces por A quemarropa, se había ofrecido a la productora para adaptar un mito artúrico, presentando un guion centrado en Merlin. De hecho, luego lo haría con Excalibur, como comentamos en nuestro post sobre las películas de fantasía de los 80. Pero en este caso, le dijeron que no en un primer momento y a cambio le ofrecieron llevar adelante la adaptación de El Señor de los Anillos.
Boorman no conocía demasiado la saga, pero cuando la leyó se sintió atraído por el proyecto por las influencias de mitología celta y nórdica de la obra de Tolkien.
Y aquí empieza la historia de terror.
Boorman trabajó muy duro junto a su colaborador Rospo Pallenberg. Durante seis meses, trabajaron dentro del libro, literalmente, en una habitación empapelada con todas las páginas, como admite Boorman en su biografía. Así, idearon una sola película de unas tres horas de duración con un intermedio que, según los guionistas, condensaba los tres libros respetando el espíritu de Tolkien, pero con un enfoque “fresco y cinematográfico”.
Durante el proceso, Boorman intercambió cartas con Tolkien para tranquilizarlo, asegurándole que se trataba de una versión de acción real y que respetarían su esencia.
De hecho el propio Tolkien aparecía al inicio del filme, escribiendo en su estudio para después llevarnos ya de lleno al lado del monte del destino.
Pero la realidad es que el guion de Boorman difería enormemente de la obra de Tolkien, tanto en tono como en contenido. Primero, lo lógico, muchos eventos quedaban fuera por cuestiones de duración, sólo tres horas. El guion, de 176 páginas, pretendía condensar las 1200 del libro. Hasta aquí, entendible. Pero el hecho es que ese guion renegaba completamente de los aspectos católicos de la obra y se decantaba por una interpretación contracultural y surrealista.
Vamos por partes que me han llamado profundamente la atención. Si te interesa, no es complicado encontrar este guion online.
Una de las modificaciones más destacables era subir de tono situaciones que en los libros carecían totalmente de ese enfoque. Por ejemplo, en lugar de la escena cargada de simbolismo y misterio de Frodo y Galadriel en Lothlorien, Boorman planteó que hubiera un encuentro íntimo.
A ver, la escena se corta cuando el espejo muestra a ambos besándose, pero… qué diría Elrond, digo Celeborn. Pues en realidad nada, porque Celeborn fue eliminado del guion.
A ver, como siempre digo, contexto. Hablamos del inicio de los 70. Sólo un año antes había aparecido Cowboy de Medianoche, la primera película clasificada como X que había alcanzado el Oscar, a mejor película, director y guion.
En el mismo sentido, también hay una “curación” de Éowyn por parte de Aragorn que ocurría directamente en el campo de batalla con un tono abiertamente íntimo. Además, ambos personajes se casaban, dejando de lado la relación de Aragorn con Arwen. Eowyn es hija de Theoden y, por cierto, Arwen aparece como una adolescente, como una niña de trece años que realizaba una cirugía a Frodo utilizando un cuchillo al rojo vivo para extraer la esquirla de la daga de los Nazgûl.
Esa escena por cierto es una locura total. Así, Rivendel era un escenario teatral donde Frodo era colocado desnudo sobre una mesa de cristal y cubierto de hojas en una escena llena de cánticos élficos, lo que añadía un tono surrealista.
En general, todo el Concilio de Elrond fue reimaginado como una locura teatral al estilo kabuki, con máscaras, donde se explica la historia de Sauron y el anillo en un tono más simbólico y performativo que narrativo.
En otra escena rara, Arwen, Aragorn y Boromir reconstruyen a Narsil en una especia de ritual raro en el que dan besos a los fragmentos de la espada y se besan entre ellos.
Otra locura importante es el duelo entre Gandalf y Saruman, que en lugar de enfrentarse con magia, los magos libraban un combate de palabras al estilo de tradiciones africanas, según Pallenberg. Pongo aquí esa parte del guion porque no tiene desperdicio
– Gandalf: Saruman, I am the snake about to strike! (¡Saruman, soy la serpiente a punto de atacar!)
– Saruman: I am the staff that crushes the snake! (¡Soy la vara que aplasta a la serpiente!)
– Gandalf: I am the fire that burns the staff to ashes! (¡Soy el fuego que reduce la vara a cenizas!)
– Saruman: I am the cloudburst that quenches the fire! (¡Soy la tormenta que apaga el fuego!)
– Gandalf: I am the well that traps the waters! (¡Soy el pozo que atrapa el agua!)
Respecto a los personajes, lo de Gimli, en fin. El pobre enano era sometido por Gandalf a un extraño ritual en el que era enterrado en un agujero, cubierto con una capa y golpeado hasta recuperar su memoria ancestral para recuperar así la palabra que resolvía el enigma de Moria.
Luego, cuando pasan por Moria, los orcos permanecían en un estado de letargo que se rompía con los pasos de los miembros de la Compañía, como si despertaran a una amenaza dormida. Cuando se destruye el anillo, los orcos se quitan la armadura y quedan como despojados de maldad y se unen a los hombres.
Apicultores vestidos de cuero que usan abejas como armas, Aragorn asesinando a Denethor, Frodo y Sam atravesando las murallas de Mordor con la ayuda de un árbol, los eructos de Merry en plan humor durante el viaje a Rivendel…
Además, numerosos cambios se debían a limitaciones técnicas o de presupuesto, Por ejemplo, Boorman decidió eliminar las criaturas aladas de los Nazgûl y en su lugar, el Señor de los Nazgûl cabalgaba siempre en un caballo monstruoso sin piel, hecho de carne viva y sangrante. La verdad que esto igual hubiera quedado bien.
Otros disparates son, por ejemplo, el hecho de que los hobbits serían niños con barba doblados por adultos, como contó el propio Boorman en una entrevista en The Guardian, o que para Sauron se habían inspirado en Mick Jagger y Punch (un personaje de teatro de marionetas), como reconoce el guion.
En fin, como dijo George R.R. Martin, “por muy importante que sea el escritor y por bueno que sea el libro, siempre hay alguien que piensa que puede hacerlo mejor, que puede tomar la historia y mejorarla”.
En todo caso, United Artist sufrió algunos fracasos comerciales y los ejecutivos del estudio que habían contratado a Boorman habían sido reemplazados por otros que no estaban familiarizados con la obra y que pensaban que el género era más para niños, además de que los costes serían muy elevados. Boorman intentó llevar el proyecto a otros estudios, como Disney, que se interesó pero el guion le resultó desconcertante.
Aunque el proyecto nunca llegó a materializarse, Boorman mantuvo algunas ideas que dejaron su huella en su posterior película Excalibur, donde pudo aplicar un enfoque creativo a la leyenda del Rey Arturo. De hecho, Excalibur sigue siendo a día de hoy quizá la mejor adaptación al cine de los mitos artúricos, en una demostración clara de que se puede ser capaz de lo mejor y de lo peor con el mismo planteamiento.
Boorman volvió a la idea incluso en los 90, con nuevos efectos y tecnología, pero Zaentz, propietaria de los derechos entonces pedía demasiado dinero, según reconocería Boorman en una entrevista.
Por cierto, en una entrevista en Vulture de 2014, Boorman reconoce que la trilogía de El Señor de los Anillos de Jackson es una de las obras más importantes y grandiosas del siglo.
Últimos intentos
La historia que sigue a todo esto es la que desemboca en la compra de los derechos de las películas de El Hobbit y El Señor de los Anillos por parte de Saul Zaentz, que convertiría la marca en Tolkien Enterprises y ahora se conoce como Middle Earth Enterprises, y es actualmente, a inicios de 2025 y desde 2022 propiedad de Embracer.
En los 70 termina con la producción de la película animada de Bakshi, pero todo eso lo contamos en otro post y quizá en el futuro contemos más acerca de la película animada. En este nos centramos en películas que no llegaron a ser y creo que es importante mencionar las posibles adaptaciones tras el estreno de la película animada.
Por ejemplo, el nuevo intento de Boorman en los 90 que hemos comentado antes, el de un grupo de productores europeos en 1993, para dos o tres películas de acción real. También hubo propuestas de destacados cineastas como Franco Zeffirelli, Jake Kasdan y Ridley Scott, sin embargo, no pudieron obtener la aprobación de Zaentz, lo que terminó frustrando los proyectos. Universal o Dreamworks bajo la dirección de Spielberg, intentaron también adquirir los derechos sin éxito.
La imposibilidad de George Lucas de conseguir los derechos de El Hobbit lo llevó a crear una aventura de los Ewoks, abierta y reconocidamente inspirada en la obra de Tolkien, o Willow, claramente influenciada por El Hobbit y El Señor de los Anillos.
Tolkien, en todo caso, murió en el 73, sin llegar a ver su obra adaptada al cine. Por suerte o por desgracia, porque como dijimos en otro post, su hijo Christopher pensaba que no la hubiera disfrutado mucho.
Conclusión
La historia de las adaptaciones no realizadas de El Señor de los Anillos y El Hobbit es un testimonio del poder y la complejidad de la obra de Tolkien. Cada intento, desde las ideas más convencionales hasta las propuestas más extravagantes, revela una lucha por capturar algo que parece casi imposible: la esencia de la Tierra Media. Aunque estos proyectos fallidos nunca llegaron a la pantalla, nos dejan un legado de creatividad y experimentación que subraya la influencia duradera de Tolkien en el cine y la cultura popular.
Tal vez sea mejor que muchas de estas adaptaciones no se hayan concretado. Tolkien veía su obra como un delicado equilibrio de temas y significados, y gran parte de su esencia se habría perdido en visiones que priorizaban lo comercial sobre lo artístico. Estas historias no realizadas, aunque fascinantes, nos recuerdan lo difícil que es adaptar una obra tan rica y profundamente personal sin comprometer su espíritu.
Hoy, los fanáticos de Tolkien tenemos el privilegio de disfrutar de las adaptaciones de Peter Jackson, que si bien no son perfectas, lograron transmitir algo del corazón de la Tierra Media. Pero también podemos soñar con lo que pudo haber sido, imaginando versiones alternativas que, de una forma u otra, mantienen viva la magia de Tolkien y su inigualable universo.
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