La Nada: Imaginación contra Nihilismo en La historia interminable
Hoy hablaremos de La Nada, el enemigo invisible que consume Fantasia, y representa algo más que un simple villano: y es una metáfora de la deconstrucción en el nihilismo que amenazan constantemente nuestra capacidad de soñar y crear.
Primero, hablamos de cómo la “Nada” representa una amenaza existencial para la imaginación y el alma humana. Después, nos centramos la manera en que Ende sigue los pasos de Tolkien y Lewis al defender la fantasía como una fuerza transformadora. En tercer lugar, recordamos por qué la adaptación cinematográfica, aunque icónica, no logró capturar los matices de la novela y diluyó su mensaje central. Terminamos con algunas conclusiones.
El Significado de la Nada: Más que una Amenaza de Fantasía
En La historia interminable de Michael Ende, la Nada no es simplemente un antagonista o una fuerza oscura que amenaza su mundo, Fantasia. Es, en esencia, la ausencia absoluta de existencia y significado. Aunque, en apariencia, es solo un vacío que devora el mundo, su significado es mucho más profundo. Representa una amenaza existencial: la pérdida de sentido y el abandono de la imaginación. No es un enemigo tangible, sino una fuerza sutil que despoja al mundo de significado.
No destruye de forma activa; su poder radica en borrar por completo cualquier rastro de lo que consume, dejando un vacío donde antes había algo. A diferencia de otros villanos clásicos, no busca conquistar ni dominar, sino erradicar la realidad misma.
Cuando Fantasia empieza a desaparecer, sus habitantes no entienden qué ocurre. No hay ejércitos ni catástrofes, solo la progresiva desaparición de lugares y criaturas. Los habitantes de Fantasia no pueden explicar la Nada con claridad. No es un monstruo ni un ejército oscuro: es la ausencia misma de existencia. Cuando algo desaparece, no deja rastro, ni siquiera un agujero. Como explica el personaje del fuego fatuo al comerrocas al decirle cómo desapareció el lago Cálidocaldo:
<<Un agujero es algo. Y allí no hay nada>>.
La Nada se presenta como una fuerza silenciosa que avanza sin ser notada hasta que es demasiado tarde. Fantasia no se desmorona en una batalla épica; se disuelve poco a poco, devorada por el vacío. Este concepto, tan abstracto como aterrador, es una alegoría del nihilismo, el escepticismo y la pérdida de imaginación que acechan tanto al individuo como a la sociedad.
Michael Ende no oculta esta simbología. A través de esta metáfora, explora la idea de que el vacío interior y la falta de propósito no son simplemente problemas personales, sino enfermedades sociales. La Nada es contagiosa y se propaga rápidamente en sociedades que han dejado de valorar la imaginación, el arte y la cultura.
El mensaje de Ende es claro: la imaginación es una herramienta esencial para combatir el vacío. Fantasia solo puede salvarse si los humanos creen en ella y participan activamente en la creación de nuevos relatos. Esta participación es lo que mantiene viva a Fantasía y, en última instancia, al propio ser humano. En este sentido, La historia interminable no solo narra una aventura fantástica, sino que plantea una reflexión profunda sobre el papel del arte y la literatura en nuestras vidas. La Nada es una advertencia: si dejamos de soñar, si permitimos que el cinismo y la desesperanza nos invadan, corremos el riesgo de perder no solo nuestra capacidad de imaginar, sino también nuestra humanidad.
Aquí radica la brillantez de Ende, conectar la nada con el pensamiento nihilista y la corriente filosófica y literaria conocida como “deconstrucción”, que tiene sus raíces en el trabajo del filósofo Jacques Derrida.
Esta teoría sostiene que los textos no poseen un significado fijo o unívoco sino que están llenos de contradicciones, ambigüedades y vacíos que desafían una interpretación cerrada. Derrida argumenta que el lenguaje es inherentemente inestable, lo que impide que un texto pueda tener un solo significado definitivo. En lugar de buscar la “verdad” detrás del texto, la deconstrucción se enfoca en revelar cómo los significados se desplazan y se descomponen, sugiriendo que el texto está en constante deconstrucción a través de la interacción con el lector y el contexto.
El deconstruccionismo sostiene, por tanto, que no hay una verdad fija en los textos ni en la realidad misma. Todo es relativo, y cualquier intento de encontrar un significado absoluto está destinado a fracasar. Según esta perspectiva, un libro no tiene sentido propio hasta que el lector lo interpreta. La obra solo existe en el acto de leerla, y fuera de ello, es simplemente tinta en papel.
Ende parece responder directamente a esta idea. Bastián mismo, justo antes de sumergirse en el libro, reflexiona sobre este concepto:
«Me gustaría saber», se dijo, «qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles… y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo.»
Ende, como argumenta Kath Filmer, no niega el papel del lector. De hecho, lo ratifica. Bastian participa activamente en el libro, debe hacerlo porque si no la historia simplemente se repetirá de forma interminable. Una vez que participa y se involucra en el mundo de Fantasia, dando nombre a la Emperatriz infantil, la historia cobra vida y Bastian, como reflejo del lector en general, se involucra en en el mundo inventado en el sentido que Tolkien expresó en su famosa conferencia “Sobre los cuentos de hadas”: El escritor crea un Mundo Secundario donde el lector puede entrar, e involucrarse según sus propios términos, pero para hacerlo, debe existir ese mundo secundario. La entrada de Bastian en el libro transforma el texto, generándose un encuentro de imaginaciones, la del autor y la del lector. Y esta interacción es vital para la vida de Fantasia.
Lewis también aborda esta idea en Las crónicas de Narnia, aunque dándole un toque algo más religioso, especialmente en El sobrino del mago, donde Aslan canta el mundo a la existencia, pero necesita que Digory y otros humanos lo habiten y cuiden de él. El creador establece las bases, pero son los soñadores quienes dan forma y sentido a esos mundos.
En La historia interminable, Fantasia solo sobrevive si hay humanos que creen en ella y aportan nuevos sueños. Sin la participación activa de lectores (en el caso del libro, de Bastián), el mundo imaginario se desmorona y la Nada avanza.
“Nada en absoluto” es por la tanto la esencia de la deconstrucción nihilista. La “Nada” de Derrida, como la de Ende, devora el mundo secundario. Así, por ejemplo, en la conversación de Gmork, el hombre lobo servidor de la Nada, con Atreyu, asegura que “vosotros tenías un mundo, pero yo no”. Los deconstructivistas se niegan un mundo, y niegan también el de los demás, ya sean materiales, imaginativos o espirituales.
Ende y la antroposofía
Michael Ende estuvo influido por la antroposofía, una corriente filosófica y espiritual fundada por Rudolf Steiner a principios del siglo XX, que sostiene que la realidad no se limita al mundo físico y material, sino que existe una dimensión espiritual accesible a través de la intuición, la meditación y el desarrollo interior.
Las ideas sobre la imaginación como puente hacia realidades más profundas, el papel de la fantasía para revelar verdades espirituales y la interconexión del ser humano con el universo. O también La Nada, que amenaza con devorar Fantasía, y simboliza también la desconexión espiritual y la pérdida de la capacidad creativa, reflejando el vacío existencial de una humanidad atrapada en el materialismo.
Todo ello parece que refleja algunos conceptos antroposóficos que han permeado en la obra de Ende.
Pero a pesar de lo anterior, la visión del mundo de Ende, como menciona Peter Boccarius en su biografía, no fue moldeada únicamente por la antroposofía, y nunca adoptó una única corriente de pensamiento. Para el autor, el arte tenía una importancia superior a cualquier sistema filosófico y creía que ni Steiner ni otros pensadores comprendían plenamente su verdadero propósito. En su opinión, el arte no debía ser utilizado para transmitir verdades filosóficas de manera directa, sino que tenía su propia esencia y razón de ser, independiente de las ideas de los intelectuales.
Fantasía como Resistencia
Al final, Bastian vence a la Nada gracias a su imaginación, pero poco después comienza a usar su creatividad con fines egoístas lo que le lleva a perder la memoria. El poder de la imaginación no finaliza en la verdadera Fantasia, sino que crea una mentira, a la que Bastian debe renunciar para volver a ser humano. En el mundo real, Bastian le cuenta sus aventuras a su padre y gracias al “Agua de la Vida”, que simboliza el poder creativo e imaginativo, sana su relación con él, Fantasia se convierte así en una metáfora de que los mundos mágicos no son sólo una escapatoria para las dificultades, sino una cura y un consuelo, como argumentaba Tolkien.
En palabras del mismo señor J, esta escapatoria es la del prisionero, no la del desertor. El desertor huye, buscando escapar por completo, sin mirar atrás, hacia un mundo de fantasía donde puede esconderse de sus miedos. En ese lugar, se refugia de la realidad, sin querer enfrentar las dificultades que lo acechan. De manera similar, hay quienes se acercan a las historias solo para mirar los detalles superficiales, sin llegar a profundizar en lo que realmente pueden enseñarnos. Se quedan en lo trivial, sin encontrar ninguna lección que aplicar a su vida.
Por otro lado, el prisionero que logra escapar no lo hace para evadir su realidad, sino para regresar a la lucha. Quiere volver al “frente”, a la batalla por lo que es justo, como alguien que ha entendido lo que una historia tiene para ofrecer y lo lleva consigo, aplicándolo en su vida diaria. En este caso, el verdadero enemigo no es el sufrimiento que nos rodea, sino las injusticias, el odio y la ignorancia que nos retienen. La rutina diaria, que a veces sentimos como una prisión, es la que nos invita a rendirnos. Sin embargo, la fantasía puede ser un refugio que, si sabemos usarla correctamente, nos ofrece la posibilidad de escapar, no para escondernos, sino para encontrar la libertad. Y aunque esa libertad no sea fácil ni inmediata, es, al fin y al cabo, una oportunidad para luchar por un mundo mejor.
Como Tolkien defendía, Los cuentos de hadas siempre nos han ofrecido un refugio, un espacio donde podemos escapar de las presiones, las angustias y las limitaciones de la vida cotidiana. No se trata por tanto de huir de la realidad, sino de encontrar en ella una vía para conectar con lo que hay de más profundo y misterioso en nuestro ser. Nos permiten alejarnos, aunque solo sea por un momento, del sufrimiento, las injusticias y la dura perspectiva de la muerte. En este espacio, los límites de lo posible se desvanecen, y lo ordinario se transforma en algo excepcional, lleno de magia y esperanza.
Lejos de ser una evasión trivial, los cuentos de hadas nos ofrecen consuelo en una forma profunda, invitándonos a imaginar que incluso en los momentos más oscuros, existe una posibilidad de redención. A través de lo que Tolkien describió como eucatástrofe, ese giro inesperado hacia la esperanza, los cuentos nos muestran que la verdadera alegría no es ignorar el sufrimiento, sino aprender a enfrentarlo. Aunque el dolor nunca desaparezca por completo, podemos encontrar destellos de luz en medio de la oscuridad, señales de que, a pesar de todo, hay belleza y sentido más allá de las dificultades.
Es esta capacidad de transformar el dolor en algo esperanzador la que hace que los cuentos de hadas sigan siendo tan poderosos. Nos recuerdan que, aunque la vida esté llena de pruebas, siempre hay una posibilidad de algo más grande, algo mágico que nos conecta con un futuro lleno de promesas. En medio de las sombras, estos relatos nos enseñan que los finales felices, aunque parezcan lejanos o inalcanzables, son posibles y que, a través de ellos, podemos hallar una forma de seguir adelante con renovada fuerza.
Por su parte, Lewis compartía esa idea. En su famoso ensayo sobre los cuentos, Lewis decía que las historias fantásticas no nos apartan de la realidad, sino que nos permiten experimentar lo real de una manera más plena. Según él, a través de la fantasía, podemos llegar a entender mejor nuestro propio mundo y nuestras propias emociones, revelando aspectos de la vida que de otro modo podrían pasar desapercibidos. La fantasía, para Lewis, no era solo una forma de evasión, sino una vía para explorar los grandes temas humanos: la lucha entre el bien y el mal, la esperanza frente al sufrimiento y la posibilidad de redención.
Además, Lewis creía que los cuentos de hadas, especialmente aquellos que incluyen elementos de magia y lo sobrenatural, ofrecían una especie de “verdad secundaria”, algo que, aunque no es literal, nos ayuda a entender las verdades más grandes y profundas de la vida.
Es más o menos parecido a lo que Terry Pratchett defendía, con un punto de vista muy diferente, cuando hablaba de creer en las pequeñas mentiras para creer después en las grandes, como comentamos en nuestro post sobre Mundodisco.
Neil Gaiman también aborda en muchas de sus obras esta idea de que los mitos y las historias dan forma al mundo. En Sandman, el Sueño, como entidad, es una pieza fundamental en el equilibrio del universo. Si los humanos dejan de soñar, el cosmos mismo se desmorona. También Pullman, defiende en La materia oscura que la imaginación es un acto de rebelión frente a la opresión dogmática. El “polvo” que anima su universo es, en esencia, la chispa de la creatividad y el pensamiento libre.
Todo estos autores, resisten la tendencia moderna al cinismo y reivindican el poder de la imaginación como una fuerza transformadora, curativa y profundamente humana.
Ende lleva esta idea un paso más allá. En su novela, la fantasía no es solo una vía de escape, sino la clave para reconstruir el mundo real. Mientras la imaginación exista, la Nada nunca tendrá la última palabra.
La “Nada” en La historia interminable representa la destrucción de la imaginación, un vacío que consume la creatividad y la vida. Sin embargo, Ende sugiere que la imaginación humana, como un poder creativo, es más fuerte que esta nada destructiva. En palabras de Filmer, la Nada no puede ser una amenaza para la imaginación humana, ya que es nada, y la creación humana es creación ex nihilo, esto es, de la nada.
La Película y el Olvido del Mensaje
Cuando La historia interminable llegó a los cines en 1984, muchos espectadores quedaron fascinados por su estética visual y su mundo lleno de criaturas fantásticas. La película dirigida por Wolfgang Petersen se convirtió en un clásico instantáneo. Y como ya expliqué en el post que hice sobre esta obra, de pequeño la veía en bucle y me sé diálogos enteros de memoria.
Pero si se analiza desde la perspectiva de la obra original de Michael Ende, surge una realidad incómoda: el filme diluye los temas centrales del libro y pierde gran parte de su profundidad alegórica.
La película convierte La historia interminable en una aventura heroica estándar, eliminando entre otras cosas este poderoso mensaje sobre el valor de la imaginación y la amenaza que representa la Nada. Lo que en el libro es una reflexión sobre el nihilismo, la creatividad y el papel activo del lector, se transforma en una lucha simplificada entre el bien y el mal, con efectos especiales y un dragón simpático (que en realidad se parece más un perro que a un dragón, pero esto es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
Uno de los mayores errores de la película es cómo se traiciona el propio concepto de “historia interminable”. El libro es, literalmente, una historia sin fin. La relación entre Fantasía y el lector continúa incluso después de cerrar el libro, lo que refleja la idea de que la imaginación nunca se agota mientras haya alguien dispuesto a soñar. En cambio, la película concluye de forma definitiva. Aunque deja abierta la posibilidad de futuras aventuras, el mensaje es claro: la historia ha terminado. Esto contradice directamente el corazón del libro, donde el lector se convierte en parte de la narrativa, llevándola más allá de las páginas.
Toda esta simplificación es lógicamente un reflejo de la tendencia general de la industria cinematográfica: transformar ideas complejas en conflictos superficiales para atraer a un público más amplio. Pero, al hacerlo, se pierde el alma de la historia.
Pero hay más. La fantasía que defiende Ende, al igual que la de Tolkien o Lewis, no es cómoda ni simple. Implica confrontar verdades incómodas, como que la imaginación es frágil y debe ser protegida, que la apatía puede destruir mundos, incluso aquellos que creemos invulnerables y que las historias importan, no solo como entretenimiento, sino como piezas fundamentales de nuestra humanidad.
Llevar estos conceptos al cine es complicado. La industria tiende a priorizar el espectáculo visual sobre la introspección filosófica. Como resultado, La historia interminable se adapta como una aventura fantástica con moralejas básicas, pero sin el peso metafísico que hace del libro una obra atemporal.
Conclusión
La historia interminable no es solo un libro para niños. Es una advertencia disfrazada de cuento, una invitación a reconectar con la imaginación en un mundo donde la apatía y el vacío avanzan sin cesar. Michael Ende entendió que las mayores batallas no se libran con espadas o ejércitos, sino en el corazón y la mente de cada persona.
La Nada que devora FantasIa no pertenece solo al reino de la ficción. Se manifiesta en la vida real cuando dejamos de soñar, cuando creemos que las historias ya no importan y cuando caemos en el escepticismo absoluto. Este vacío se alimenta de nuestra indiferencia, del cinismo cotidiano y de la creencia de que la imaginación es un pasatiempo infantil.
En la novela, la salvación de Fantasía depende de Bastián, un lector. Este mensaje no podría ser más claro y positivo: La imaginación no es pasiva. Es un acto de creación, y todos participamos en él.
Cada vez que abrimos un libro, vemos una película o simplemente imaginamos algo diferente, creamos pequeños fragmentos de Fantasia. Pero si dejamos de hacerlo, si cedemos ante el agotamiento o la indiferencia, la Nada avanza.
Ende nos enseña que los lectores somos héroes silenciosos. Al participar en la historia, no solo rescatamos mundos ficticios, sino que cambiamos nuestra percepción del mundo real. El viaje de Bastián, como el de Frodo o el d Lucy, es también el nuestro. La verdadera magia de la fantasía reside en su capacidad para transformarnos desde dentro, haciéndonos más fuertes, compasivos y creativos.
En un mundo donde la “Nada” parece manifestarse de nuevas formas –ya sea en el exceso de información vacía, el cinismo generalizado o la falta de conexión con el arte y la literatura–, La historia interminable sigue siendo una obra imprescindible. Es un recordatorio de que, mientras la imaginación exista, siempre habrá esperanza para crear nuevos mundos y, con ellos, salvar el nuestro.
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