Capítulo III: Sombras sobre Nothwa Raglaw
Este relato es la adaptación novelada de una partida de rol que estoy jugando con varios amigos. La aventura está inspirada libremente en la campaña El Fantasma de los Bosques, perteneciente al módulo El Fantasma de la Marca del Norte. Todo está desarrollado con el sistema clásico de Rolemaster (principalmente la edición de Joc Internacional), combinado con MERP y diversas expansiones.
El relato se presenta en el blog sin ánimo de lucro, con el único propósito de registrar la partida y compartirla con los amigos y cualquier persona que busque nuevas aventuras en la Tierra Media.
Índice:
(Cada lunes, un nuevo relato hasta la conclusión de la aventura)
Capítulo I: Sombras sobre el Norte (6/1/2025).
Capítulo II: Sombras en el camino (13/1/2025).
Capítulo III: Sombras sobre Nothwa Raglaw (20/1/2025).
Capítulo IV: Sombras sobre Gersebroc (27/1/2025).
Capítulo V: Sombras sobre el bosque (3/2/2025).
Capítulo VI: Sombras sobre la despedida (10/2/2025).
La puerta de entrada
La tarde estaba entrada en horas cuando las imponentes murallas de Nothwa Raglaw terminaron de alzarse ante ellos. Las torres de vigilancia, robustas y bien cuidadas, reflejaban los últimos destellos del día. El río Raglaw fluía sereno a lo largo del muro occidental, mientras la montaña al este proyectaba una sombra que envolvía parte de la ciudad.
—Es más grande de lo que imaginaba —murmuró Eru Mac, observando las chimeneas humeantes y los campos que se extendían en las afueras.
—Parece que no ha sufrido como otras ciudades del norte —respondió Drotnas, aunque su tono indicaba cierta cautela.
Cuando alcanzaron las puertas, cuatro guardias se acercaron. Llevaban cota de malla bajo capas pardas, y sus manos reposaban en las empuñaduras de espadas cortas. No eran agresivos, pero sus ojos los escudriñaron con recelo.
—¿Quiénes sois y cuál es vuestro negocio en Nothwa Raglaw? —preguntó uno de ellos, un hombre de cabello oscuro y mirada firme.
Lazax se acercó con calma, sacudiendo el polvo de su capa. Se acercó con las manos a la vista, adoptando una actitud relajada.
—Somos mercaderes —dijo con voz confiada—. Venimos del sur con perfumes y otros bienes. Las festividades se acercan, y dicen que la gente de Nothwa Raglaw aprecia las cosas raras.
Los guardias intercambiaron miradas. Uno de ellos, más joven, arqueó una ceja.
—¿Perfumes? No se ven muchos mercaderes de ese tipo por aquí.
—Justamente por eso valen tanto —replicó Lazax con una ligera sonrisa—. Traigo esencias de madera de los valles e incluso un perfume con aroma a tormenta. No hay nada igual.
El guardia que había hablado primero asintió lentamente, aunque la tensión no desapareció por completo de su rostro.
—Tenéis suerte. Si hubierais dicho que veníais a cazar o comerciar armas, no os dejaríamos pasar tan fácilmente. Ha habido problemas.
—¿Problemas? —preguntó Eru Mac con fingida curiosidad.
—Desapariciones —gruñó el guardia—. Gente de los campos. Niños, sobre todo. Algo anda mal, aunque no sabemos qué.
Drotnas mantuvo la mirada fija en el guardia.
—¿Conocéis a Arthwan? Nos dijeron que podría ayudarnos con el papeleo y los permisos de mercader.
El guardia frunció el ceño.
—No conozco a nadie con ese nombre.
—Yo tampoco —añadió otro guardia, rascándose la barba.
—Quizá sea nuevo —sugirió Lazax, sin perder la calma—. Si no es molestia, nos quedaremos en la ciudad hasta encontrarlo.
—Podéis quedaros, pero seguid las normas. Si buscáis un lugar donde descansar, id a la posada del Estanque Prístino, junto a la plaza mayor. Decid a la posadera que pedís carsalan; es nuestra bebida típica. Y no olvidéis pasar por la capilla de Gersebroc para hacer una ofrenda. Es costumbre entre los recién llegados.
Lazax inclinó la cabeza.
—Gracias, haré justo eso.
Las Calles de Nothwa Raglaw
La ciudad estaba viva, pero el ambiente era extraño. A pesar del bullicio del mercado y de los niños corriendo por las calles, había un velo de inquietud que flotaba en el aire. Las miradas de los ciudadanos eran breves y furtivas, como si no quisieran que sus ojos se encontraran con los de los forasteros.
—No confían en extraños —dijo Drotnas mientras avanzaban—. Y menos aún después de lo que nos contaron.
—Lo cual hace que nuestro trabajo sea más difícil —añadió Eru Mac—. Si nadie conoce a Arthwan, ¿cómo daremos con él?
—Alguien le conoce. —Lazax caminaba con paso seguro—. Pero primero debemos hacer lo que los locales esperan de cualquier viajero.
El Estanque Prístino
El Estanque Prístino era una posada de madera con vigas oscuras y un techo que sobresalía en los bordes. Las ventanas, cubiertas por cortinas pesadas, dejaban filtrar una luz cálida que prometía refugio y discreción.
Al cruzar la puerta, el aroma a estofado y madera quemada les dio la bienvenida. Los parroquianos, hombres y mujeres de aspecto curtido, alzaron la vista por un breve instante antes de volver a sus asuntos.
Detrás del mostrador, una mujer robusta con trenzas grises pulía una jarra con manos hábiles. Al verlos, les dedicó una sonrisa tenue.
—Bienvenidos al Estanque Prístino. ¿Qué puedo ofreceros?
Lazax se acercó con calma.
—Nos han recomendado pedir carsalan.
La mujer soltó una carcajada breve.
—Un buen consejo. Sentaos. Os traeré la jarra más grande que tenga.
El grupo se acomodó en una mesa junto a la chimenea. La bebida llegó poco después: una jarra de barro con un líquido oscuro y espeso que despedía un aroma dulce y especiado.
Eru Mac sirvió en las copas de madera, y tras probar un sorbo, frunció el ceño.
—¿Licor de endrinas?
—Y miel. —Drotnas giró la copa entre sus dedos—. Al menos saben cómo dar la bienvenida.
Lazax se inclinó hacia ellos, hablando en voz baja.
—Bebed, pero mantened los oídos abiertos. Aquí es donde comenzamos a hacer preguntas. Alguien sabe lo que está ocurriendo… y nos lo dirán, aunque no quieran.
La noche comenzó a caer lentamente sobre Nothwa Raglaw, pero las respuestas apenas comenzaban a asomar desde sus sombras.
Voces en la Oscuridad
El calor de la chimenea del Estanque Prístino no alcanzaba a disipar del todo el aire denso que pesaba sobre la posada. Lazax bebió un sorbo de carsalan, dejando que el dulzor de la endrina suavizara el ambiente cargado de tensiones no dichas. La posadera, tras servirles, volvió a su lugar tras la barra, pero su mirada seguía regresando al grupo con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
Cuando el flujo de parroquianos disminuyó, Lazax se levantó con calma y se acercó.
—Disculpe, señora. Buscamos a un hombre llamado Arthwan. Nos dijeron que podría ayudarnos con… ciertas gestiones.
La posadera dejó de limpiar la jarra en sus manos y levantó una ceja, claramente perpleja.
—No conozco a ningún Arthwan. Y llevo aquí más tiempo del que me gusta recordar. ¿Estáis seguros de que es de Nothwa Raglaw?
Drotnas y Eru Mac intercambiaron una rápida mirada desde la mesa.
—Quizá no sea de aquí —intervino Drotnas, acercándose también—. Puede que alguien más lo conozca. ¿Sabéis dónde podríamos preguntar?
La mujer se encogió de hombros.
—Id a ver a los cazadores. Ellos conocen a casi todos los que vienen y van de la ciudad. Su organización tiene una pequeña sede a las afueras del pueblo, camino de la ermita de Gersebroc.
—Agradezco el consejo.
Lazax hizo una leve reverencia, pero cuando estaba a punto de regresar a la mesa, el pensamiento le golpeó con fuerza. Habían venido a investigar los rumores, y no podrían hacerlo sin respuestas. Se volvió hacia la posadera, bajando la voz.
—No quisiera parecer demasiado curioso, pero los guardias mencionaron desapariciones. No queremos parecer intrusos, pero oímos que hubo… un cazador muerto.
La expresión de la mujer se oscureció de inmediato, y sus labios se apretaron.
—¿Quién os contó eso?
—Solo rumores de camino aquí.
Por un instante, la mujer pareció debatirse internamente, y sus ojos se posaron en la chimenea, como si buscara calor en otro lugar. Finalmente, suspiró.
—El cazador muerto era mi hermano… Bereth.
Drotnas inclinó la cabeza en señal de respeto.
—Lo lamento.
Ella asintió, pero su mirada seguía distante.
—Lo encontraron hace tres semanas, cerca del claro que hay junto a las piedras de Pen-debri, en el bosque de Drebiwyd, al noroeste. Pero… —se interrumpió, y su voz tembló ligeramente—. Parecía que había muerto en otro lugar. Alguien lo arrastró hasta allí. Su cuerpo tenía marcas extrañas… como de garras, pero no de ningún animal que los cazadores hayan visto antes.
—¿Quién lo encontró?
—Los cazadores. Fueron a buscarlo cuando no regresó de una de sus salidas.
Eru Mac se acercó un poco más, su voz suave y llena de empatía.
—¿Creéis que fue un accidente?
Ella lo miró fijamente.
—No lo sé. Hay quienes dicen que es cosa de Tateshalla. Son unas ruinas cercanas a Pen-hag, en el norte del bosque de Witbeamwid, al sur de Drebiwyd. Antes allí descansaba Gothlem, el rey que fue sobre el río y bajo la montaña, nuestro ancestro protector. Ahora dicen que ocurren cosas oscuras, pero… yo solía jugar en esas ruinas de niña.
—¿Y qué creéis vos?
La mujer bajó la voz, como si temiera que alguien más pudiera escucharla.
—Creo que algo se está gestando. Se siente en el aire… en las sombras de la ciudad. Pero no sé qué es. Que Gerse nos guarde.
El nombre del dios local resonó en la estancia como una plegaria. Lazax notó el leve temblor en sus manos al recordar.
—¿Y los niños desaparecidos?
La posadera desvió la mirada.
—Dos pastores. Desaparecieron en la zona norte del bosque, no lejos de Pen-debri. Ni rastro de ellos. Por Gerse, espero que aún vivan.
Hubo un largo silencio entre ellos. Solo el crepitar del fuego llenaba el vacío.
—¿Habéis ido a la capilla de Gersebroc? —preguntó de pronto, como quien recuerda algo importante—. Es tradición que los recién llegados dejen una ofrenda allí. Os traerá protección.
Lazax asintió con respeto.
—Lo haremos.
Ella inclinó la cabeza con solemnidad.
—La capilla está en las afueras de la ciudad, hacia el norte. No os llevará mucho tiempo. Y si vais al bosque… cuidad de dónde pisáis. Hay algo allí fuera. Que Gerse nos ayude.
Perfume
Lazax sacó de su bolsa un pequeño frasco de cristal, la luz de las velas hizo brillar el líquido ámbar que contenía.
—Es un regalo —dijo Lazax con una leve inclinación de cabeza—. Un perfume raro del sur, hecho con resina de mirto y esencias de flores nocturnas. Quiero agradecerle su hospitalidad… y tal vez mostrarle algo de lo que ofrezco.
La posadera lo tomó con delicadeza, observando el reflejo del fuego danzante en el vidrio. Retiró el tapón y dejó que una pequeña gota cayera sobre su muñeca. Al instante, el aroma cálido y especiado se elevó en el aire, llenando la sala con una fragancia sutil pero embriagadora.
—Es exquisito —musitó, sorprendida.
Lazax sonrió. —La fragancia dura mucho tiempo. En los días de mercado, seguro no pasará desapercibida.
La posadera dejó el frasco sobre la barra, pero no muy lejos de su alcance. Lo miró con renovado interés.
—No todos los viajeros traen algo así —comentó—. Quizás podamos hablar más tarde sobre negocios. Hay algunas damas del pueblo que pagarían bien por algo como esto.
—Será un placer —respondió Lazax con cortesía, y tomó asiento cerca del fuego, sabiendo que aquel pequeño gesto podría abrir puertas más allá de la simple cortesía.
Regreso a la Mesa
Cuando Lazax regresó a la mesa, Eru Mac ya había terminado su copa de carsalan, y Drotnas giraba la suya entre las manos, pensativo.
—¿Qué opináis? —preguntó Eru Mac en voz baja.
—La misma historia —dijo Lazax—. Algo oscuro está creciendo. Bereth, los niños… no son coincidencias.
—Pen-debri —susurró Drotnas—. Las piedras, el bosque… y las ruinas. Tateshalla.
—Supongo que nuestro camino ya está marcado —añadió Eru Mac, con un destello de preocupación en los ojos.
—Primero, los cazadores—dijo Lazax—. Después, iremos a la capilla. Si hay respuestas en este lugar, están esperando entre la superstición y el miedo.
Eru Mac miró hacia las ventanas. Afuera, la noche dominaba sobre Nothwa Raglaw, y con ella, una sombra más densa que parecía envolver la ciudad misma.
En un rincón de la posada
En un rincón oscuro de la posada, casi oculto por las sombras temblorosas del fuego, un hombre de rostro oculto bajo una capucha observaba en silencio. Su jarra de carsalan apenas se movía mientras sus ojos seguían cada gesto del grupo. No dijo nada, no hizo ademán de acercarse, pero la atención con la que los miraba sugería algo más que simple curiosidad. Ninguno de los tres se percató de su presencia, absortos en la conversación sobre ruinas, niños desaparecidos y sombras que acechaban el bosque.
Disclaimer:
Este contenido no está afiliado ni respaldado de ninguna manera por los titulares de los derechos de El Señor de los Anillos o Rolemaster. No poseemos derechos sobre los personajes, lugares, módulos o cualquier otro elemento relacionado con la obra de J.R.R. Tolkien o los sistemas de juegos mencionados. Lo que hacemos es compartir nuestra pasión por la Tierra Media y el rol, sin ánimo de lucro, simplemente como una conversación entre amigos para promover y disfrutar de los juegos de rol y de este maravilloso universo. ¡Esperamos que lo disfrutes tanto como nosotros!
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