TOP 15 Cine de ESPADA Y BRUJERÍA del Siglo XX
Hoy cerramos la etapa de posts sobre cine de fantasía y Espada y Brujería del siglo XX con un top 15, donde comentaré mis películas favoritas de este periodo.
En primer lugar un breve disclaimer sobre los rankings y sus riesgos. Recuerda, siempre son personales. En segundo lugar, pasamos a comentar brevemente mis 15 películas favoritas de fantasía del Siglo XX. En realidad son 16, pero ya verás el truco. Terminamos con una conclusión.
Introducción
Con este post cerramos finalmente nuestro intenso repaso al cine de fantasía y Espada y Brujería del Siglo XX, aunque quizá haya algo especial con todas las que me se me han quedado y no dejáis de recordar en comentarios. Muchas gracias por hacerlo, creo que vamos a conseguir el mejor listado que se puede encontrar por internet. Por cierto, puedes encontrar los posts anteriores en vídeo en esta lista de Youtube.
Pero antes de empezar, recuerda: Hacer rankings es un acto de subjetividad, y yo no soy crítico de cine ni experto, solo un apasionado del género que ha crecido soñando con dragones, espadas legendarias y laberintos. Este top 15 es mi lista —nada más ni nada menos—, un recorrido personal por las películas que marcaron mi juventud y mi imaginación, ya sea por su ambición, su belleza o su simple capacidad de hacerme creer en lo imposible.
Me he dejado fuera cosas muy buenas, como la trilogía de Sinbad, que me encanta, o todas las del género Wuxia.
Pero en fin, recuerda que no busco imponer verdades, sino compartir esas joyas que han definido lo que la fantasía significa para mí. Si al leerla descubres un título olvidado o sientes el impulso de discutir mi elección, habré logrado mi primer objetivo: celebrar juntos la magia de la fantasía.
Y si dejas un comentario explicando cuál crees que falta o en que no estás de acuerdo, habré logrado mi segundo objetivo: empezar una conversación.
Disclaimer hecho, ¡vamos con el ranking!
Top 15
Empezamos con El Señor de los Anillos (1978), de Ralph Bakshi, por su relevancia, al ser la primera adaptación de la gran obra de Tolkien en cine.
Aunque solo cubre hasta la batalla del Abismo de Helm, el tono oscuro y la estética cruda de la película la convierten en una propuesta seria y alejada de cualquier infantilización del material original.
La película se erige como un faro de ambición artística. Fusionó técnicas de rotoscopia y animación tradicional, con una estética que llama la atención incluso hoy en día. Su estilo ha influido en generaciones de ilustradores y directores, incluido el mismo Peter Jackson,y supo demostrar que la Tierra Media podía ser representada en pantalla con ambición artística, incluso en un formato animado.
Con Legend (1985) Ridley Scott, apostó por una fantasía de corte clásico con un alto componente visual. La película destaca por su diseño de producción y su ambientación, que evoca una estética medieval y de cuento de hadas. El Señor de la Oscuridad, interpretado por Tim Curry, representa uno de los diseños de criatura más impactantes del cine fantástico.
Aunque el guion es simple y los personajes poco desarrollados, el valor de Legend reside en su atmósfera y en su cuidada puesta en escena, que la consolidan como una obra de referencia dentro del género. Además, podemos ver a un jovencísimo Tom Cruise, demostrando su versatilidad como actor entrando en el género fantástico sólo un año antes de Top Gun.
Krull (1983), de Peter Yates, es una pequeña gran locura que mezcla espadas láser, castillos medievales y un villano alienígena, en una apuesta por fusionar ciencia ficción y fantasía. Aunque su narrativa es irregular, el filme brilla por su audacia conceptual. Su estética entre Star Wars y Excalibur la ha convertido en una rareza querida.
La revisité recientemente y me sorprendió para bien. Aunque muchos de sus efectos han envejecido con cierta torpeza, su estética general —escenarios, vestuario, ambientación— sigue siendo visualmente atractiva.
Corazón de Dragón (1996), de Rob Cohen Dragonheart fue una de las primeras películas en demostrar las posibilidades narrativas de la animación digital en personajes no humanos. El dragón Draco, con la voz de Sean Connery, no solo destacó por su realismo técnico, sino por tener una personalidad compleja, algo inédito hasta entonces en este tipo de criaturas. La relación entre Draco y el caballero Bowen trasciende lo fantástico y funciona como eje emocional de la historia.
La producción atravesó varios cambios de rumbo hasta que Rob Cohen asumió la dirección, inclinando el proyecto hacia un tono más ligero y familiar, alejándose de su concepción original, más oscura. Aunque no alcanzó el estatus de clásico, fue un éxito comercial y dejó una marca por su innovador uso de efectos digitales. Personalmente, es una película que siempre me ha gustado, sobre todo por el carisma y la presencia del dragón.
Al borde del top 10, tenemos a Lady Halcón (1985), de Richard Donner, una mezcla de romance trágico y fantasía medieval, con una historia marcada por una maldición que impide a dos amantes estar juntos: él es un lobo por las noches y ella, un halcón durante el día. La química entre Rutger Hauer y Michelle Pfeiffer es uno de los grandes aciertos de la cinta, junto a la ambientación naturalista y la fotografía de los paisajes europeos.
Una de las obras tempranas del romantasy, quizá.
Top 10
Empezamos el TOP 10 con Taron y el Caldero Mágico (1985), de Disney. Esta adaptación de las Crónicas de Prydain de Lloyd Alexander supuso una apuesta arriesgada para Disney. Con una estética oscura y una historia más sombría que la mayoría de sus producciones, se distanció de la fórmula habitual del estudio. Aunque no logró conectar del todo con el público, su ambientación y algunos momentos de tensión la convierten en una propuesta singular.
Es también una de las primeras incursiones de Disney en la animación asistida por ordenador, lo que le da un aspecto particular. Si bien es cierto que la narración no termina de funcionar del todo, creo que sigue siendo una obra relevante, especialmente para los amantes de la espada y brujería.
En el 9, Merlín el Encantador (1963), que tanto me recuerda a mi suegro, porque le ecnantaba. Es una de las adaptaciones más singulares de la leyenda artúrica, donde Disney reinterpreta la historia de La Espada en la Piedra de T.H. White con un enfoque lleno de magia y humor. El personaje de Merlín, excéntrico y juguetón, se aleja de las representaciones solemnes y misteriosas de otras versiones, ofreciéndonos un mago que no solo instruye al joven Arturo, sino que lo guía a través de divertidas y sorprendentes transformaciones mágicas.
Aunque en su estreno no alcanzó el mismo éxito que otras producciones de Disney, Merlín el Encantador ha sido reivindicada con el paso del tiempo como una joya del cine de fantasía familiar. Además, es notable por ser la última película animada en la que Walt Disney estuvo involucrado antes de su fallecimiento.
A ver, tengo que reconocer que estaba entre esta y Aladdín, otra genialidad de Disney (nunca mejor dicho), que además considero generacional. Cualquiera de las dos valdría, pero creo que la anterior encaja mejor con elementos de Espada y Brujería o Fantasía épica, y es más consistente con el resto de películas del ranking.
Pero no dejes de ver ninguna de las dos.
En el 8, mitología con Jasón y los Argonautas (1963), de Don Chaffey. Pocos filmes han marcado tanto al cine fantástico, y a mí, como esta película, gracias sobre todo al talento de Ray Harryhausen y su técnica de stop-motion. La película adapta el mito griego con un enfoque clásico pero cargado de dinamismo. Las secuencias del coloso de bronce Talos y la inolvidable batalla contra los esqueletos son hitos visuales que aún hoy impresionan por su ingenio y ejecución artesanal. Una obra maestra que, más de sesenta años después, sigue siendo imprescindible para cualquier amante de la fantasía.
Excalibur (1981), de John Boorman, está en el 7. Oscura, violenta, poética. Excalibur no es solo una adaptación de la leyenda artúrica: es una experiencia hipnótica que mezcla el simbolismo pagano con la brutalidad de la Edad Media. Boorman adapta La muerte de Arturo de Sir Thomas Malory a través del guion de Rospo Pallenberg y crea un mundo cargado de imágenes poderosas, entre lo onírico y lo apocalíptico. Desde la espada en la piedra hasta la búsqueda del Grial, todo está envuelto en un aura de misticismo casi febril.
El reparto es excepcional: Nigel Terry como Arturo, Helen Mirren como Morgana y, sobre todo, Nicol Williamson en una de las versiones más memorables de Merlín. La música —con piezas de Wagner y Orff— intensifica aún más el tono épico de la película. Fue un éxito en taquilla y en festivales, y hoy es una referencia absoluta dentro del cine de espada y brujería.
Por suerte, Boorman y Pallenberg se lanzaron con el mito artúrico y abandonaron la idea de hacer la delirante versión de El Señor de los Anillos que había planeado. Lo contamos todo en nuestro post sobre las películas de la Tierra Media que no llegaron a materializarse.
Con el número 6 llega Furia de Titanes (1981). Dirigida por Desmond Davis, Furia de Titanes es una de las últimas grandes epopeyas mitológicas previas al reinado del CGI. Basada en el mito griego de Perseo, la película busca capturar el esplendor y la grandiosidad del panteón olímpico, y aunque sus resultados pueden parecer desiguales a ojos modernos, el impacto visual de sus criaturas sigue siendo notable. El verdadero corazón del filme es el trabajo artesanal de Ray Harryhausen, maestro del stop-motion, cuya Medusa de mirada paralizante y ese Kraken colosal nos remiten a una época donde la fantasía se moldeaba con paciencia, talento y manos humanas.
Furia de Titanes es un canto de cisne a un tipo de fantasía que desapareció con los años, pero cuya textura artesanal aún hoy despierta fascinación. Pero eso es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
Top 5
Vamos con el Top 5. Para empezar, Conan el Bárbaro (1982), de John Milius. Coincido con las críticas que puede ser que no capte perfectamente el espíritu de Conan pero es una gran película de Espada y Brujería. De hecho significó un punto de inflexión y el inicio del boom de este tipo de cine: desató un tsunami de imitaciones durante toda la década. A diferencia del Conan literario —más astuto y filosófico—, aquí encontramos a un guerrero-primitivo que se abre paso a golpe de espada, alimentado por la furia, la pérdida y la voluntad de supervivencia.
Su tono es oscuro, violento, y sin embargo poético en su forma. La música de Basil Poledouris, que merece una mención aparte, eleva la película a alturas míticas. Aunque la narrativa se mantiene en lo básico, el mundo que construye Milius es coherente y brutal. Además, detalles como el papel de Jorge Sanz como joven Conan, y la leyenda urbana de que el rol pudo haber sido para Tito de Verano Azul, añaden capas de folklore a una producción ya de por sí legendaria.
En Dentro del Laberinto (1986) dirigida por Jim Henson, la fantasía se torna en fábula, en viaje iniciático. Jennifer Connelly, en uno de sus primeros papeles, interpreta a Sarah, una adolescente que debe atravesar un laberinto encantado para salvar a su hermano, secuestrado por el hechicero Jareth, encarnado por un magnético y excéntrico David Bowie. La película es, más que una historia, una experiencia sensorial: criaturas imposibles, títeres expresivos, un diseño de producción onírico y una atmósfera que mezcla lo mágico y lo inquietante. El laberinto, diseñado por Brian Froud, es un personaje en sí mismo: un rompecabezas psicodélico que refleja el caos de la adolescencia.
Aunque su taquilla fue modesta (30 millones frente a los 20 de presupuesto), el tiempo ha hecho justicia. Dentro del Laberinto es hoy una obra de culto, admirada por su valentía visual y por su simbolismo.
Y entonces llegó Sam Raimi con El ejército de las tinieblas (1992) y lo convirtió todo en un carnaval. Es la tercera entrega de la saga Evil Dead, pero también es mucho más: una celebración desvergonzada de la fantasía pulp, del horror ridículo, del humor físico y del exceso creativo.
Aquí, Bruce Campbell encarna a Ash, antihéroe por excelencia, que es arrojado a una Edad Media llena de esqueletos, brujas, hechizos mal lanzados y frases lapidarias. Raimi combina stop-motion, efectos prácticos, acción de serie B y una puesta en escena vertiginosa que bebe de Harryhausen, del Robin Hood de Errol Flynn y del cómic más gamberro.
No fue un bombazo en cines, pero se convirtió en una referencia ineludible para toda una generación. La mía, en realidad. Su influencia se percibe en videojuegos, series, memes y en ese tipo de humor absurdo que tantas obras posteriores imitaron sin alcanzar jamás su frescura.
Continuamos el podio con Willow (1988), de Ron Howard y George Lucas, que lo que de verdad hubiera querido es versionar el Hobbit. Aquí encontramos fantasía más clásica, más tradicional, pero no por ello menos valiosa.
Warwick Davis construye un personaje inolvidable: vulnerable, decidido, lleno de humanidad. A su lado, el recientemente desaparecido Val Kilmer interpreta al guerrero caótico Madmartigan, y la química entre ambos dota al relato de un corazón palpitante. El filme apuesta por efectos especiales avanzados para su época —algunos envejecidos, otros todavía sorprendentes— y una ambientación rica en detalles, que logra transmitir una sensación de mundo vivo, vasto, respirable.
Willow no arriesga tanto en lo narrativo como sus contemporáneas, pero sí emociona. Es un cuento contado con el tono justo, con alma y con una sinceridad que desarma. Aunque no arrasó en taquilla, su legado creció con los años, y hoy ocupa un lugar firme en la memoria de los amantes del género. Es un canto a la esperanza y al heroísmo improbable, al coraje de los pequeños que hacen cosas grandes.
Y con el top 1, para mí, La princesa prometida (1987). Dirigida por Rob Reiner y basada en la novela de William Goldman, La princesa prometida no es solo una historia de espadas y castillos. Es una parodia entrañable, un homenaje sincero, y una reinvención juguetona de todos los tópicos del género. Lo épico se mezcla con lo cómico sin esfuerzo, en un relato donde el héroe muere y revive, donde los villanos son caricaturas encantadoras, y donde el amor verdadero atraviesa los absurdos más improbables.
El elenco brilla con luz propia: Cary Elwes como el imperturbable Westley, Robin Wright como Buttercup, Mandy Patinkin en el rol ya mítico de Íñigo Montoya, y un descomunal André the Giant como Fezzik. La película no necesita de grandes efectos ni presupuestos desbordantes: le basta con ingenio, ritmo y ternura. Reiner logra ese equilibrio tan difícil entre aventura, parodia y emoción, y lo hace sin perder jamás el respeto por el género. No fue solo un éxito comercial; fue —y sigue siendo— una película que une generaciones y que muchos consideran mejor que el libro. Porque es cine puro, de ese que te abraza sin avisar.
Conclusión
El cine de fantasía no es solo evasión; es un espejo torcido de nuestros miedos, deseos y preguntas más profundas. Estas 15 películas, con sus mundos rotos, héroes imperfectos y villanos memorables, me enseñaron que la magia no está en los efectos especiales, sino en la capacidad de conmovernos. Que un esqueleto animado a mano, un dragón digital pionero o una espada clavada en una piedra puedan seguir haciéndonos creer —aunque sea por dos horas— en que, quizá, lo extraordinario está a la vuelta de la esquina.
Y con esto cierro este viaje que empecé hace cinco meses por todas las películas de fantasía del siglo XX dando las gracias.
Gracias a los artistas que, contra todo escepticismo, lucharon por dar vida a sus quimeras. Y gracias a vosotros, los que leéis el post, los que os suscribís, los que comentáis. Gracias por acompañarme en este viaje. Porque la fantasía, al fin y al cabo, es un pacto: mientras alguien esté dispuesto a escuchar, las historias nunca morirán.
Venga, ahora te toca a ti: ¿cuál es tu ranking?
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